La verdad es que no lo ha sido para mí egoístamente hablando. De hecho mi semana ha estado bastante bien. Ha sido tranquila, fui en AVE a Madrid el miércoles para un curso, en el trabajo me ha dado tiempo a terminar las cosas que tenía atrasadas e incluso a descubrir algún que otro problemilla en una aplicación que espero que esté ya resuelto.
Además, el jueves también volví, después de un par de semanas, a jugar al fútbol y el experimento resultó bien. La rodilla aguantó, tuve molestias pero una cosa normal y además descubrí que los consejos de los médicos son para seguirlos. Llegué a casa, me puse hielo en la rodilla y ayer no me molestaba. Creo que empezaré a buscar por ahí los chismes esos para meterlos en el congelador y aplicarlos en las rodillas una vez acabado el ejercicio físico.
Por último, también proseguí con los cálculos hipotecarios y mis tejemanejes contables, tejemanejes que por supuesto dependerán mucho de la evolución del euribor que ayer frenó su bajada. Esperemos que sea sólo casualidad y siga bajando con paso firme.
Pero fue una semana triste, muy triste; con un hecho luctuoso de estos que te hacen darte cuenta de que todo lo anteriormente escrito no vale ni la tinta que hubiera gastado de haberlo escrito en papel. Mientras que uno se preocupaba de nimiedades como si te duele la rodilla o si tu banco actual quiere mantenerte como cliente o no, una familia quedaba destrozada por la pérdida de una hija, hermana, mujer y madre.
Los detalles poco importan, ni su edad (muy joven) ni la de sus hijos ni nada. Simplemente se trata de uno de esos golpes que de vez en cuando asesta la vida y ves caer como verían unos soldados caer las antiguas balas de cañón llevándose la vida de sus compañeros mientras rezaban por dormir esa noche en la tierra y no bajo ella.
Imagino que estas son cosas a la que te vas acostumbrando con el tiempo y que también con el tiempo te irás acostumbrando e insensibilizando. Te irás insensibilizando y acostumbrando a que la alegría o la tristeza van por barrios y mientras la gente celebra sus bodas y algunos que las celebraron hace algún tiempo aumentan la familia, otros no tienen tanta suerte. Lo peor de todo es que sólo nos queda lamentarlo, dar el pésame a la familia en cuestión y a la vez felicitar a los recién casados y desear a todos, al menos a todos los que te rodean (empezando por ti mismo), que tengan más suerte que esta familia.
Un saludo, Domingo.
sábado, 15 de noviembre de 2008
Semana triste
Etiquetas:
diario
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Supongo que de eso se trata la vida, de asumir que cada día es un acto de supervivencia, marcado por el azar, el destino, ¿los dioses?...
Y hacerse mayor consiste en aceptar todo el dolor ajeno como compensación por no sufrirlo en nuestras carnes.
Un saludo.
Desgraciadamente es así, las dos cara la misma moneda. No nos acostumbramos a estas situaciones, pero sabemos que están ahí.
Saludos, y adelante. Lucía.
Son cosas que ocurren y que no podemos evitar y a veces nos pillan de cerca. El dolor, en estos casos, no nos lo quita nadie.
@ Antonio: Yo no podría haberlo descrito mejor. Realmente es a la conclusión que voy llegando, o a la que, como a todos, me van llevando.
@Lucía: Gracias. Creo que efectivamente no nos insensibilizamos, pero sí que vamos aprendiendo a convivir con ellas.
@Vicente: No puedo sino estar de acuerdo contigo y desear egoístamente que ninguno de nuestros seres queridos se vea afectado nunca por este tipo de cosas.
Un saludo, Domingo.
Publicar un comentario