lunes, 1 de septiembre de 2008

Forjadoras de personas

Esta semana, el lunes más concretamente, me enteré del fallecimiento de la segunda profesora que más impacto tuvo en mi formación infantil. Un total de 5 años estuve, junto con esos otros niños que aparecen en la foto que tengo en el cuarto y de los que tanto tiempo hace que no sé nada, con la que siempre será "La Señorita Manoly". Y justo en la clase de al lado, estaba "La Señorita Pepy", probablemente un buen contrapunto, con algo más de carácter pero, sin duda, el mismo buen corazón. 


No sé ya el número de años que hace que estuve en el colegio por última vez para visitarlas. Hará ya casi 10 años. Por aquel entonces no recuerdo si la Señorita Manoly ya se había jubilado o estaba en ello para dedicarse al cuidado de su madre, muy mayor ya, con la que quería compartir plenamente los años de vida que le quedaran. Probablemente se había jubilado pues recuerdo que hicieron una fiesta de despedida a la que fuimos, no todos pero sí muchos de los alumnos, y creo que la visita al colegio fue posterior a la fiesta. 

El caso es que yo creo que ya no estaba allí, que estaba ya sólo la Señorita Pepy (es superior a mis fuerzas, sé que antiguos compañeros sí podían decir Manoly o Pepy sin problema pero no es mi caso; yo tengo que añadir el Señorita delante o me falta algo). Estuvimos en la clase de siempre y ella nos contó cómo habían cambiado las cosas. Y no sólo porque nuestra generación fuera especial, o al menos así me gusta considerarlo, sino por todo lo que rodeaba a la enseñanza. En particular, desde que trasladaron cerca del colegio un antiguo "guetto". Estos niños faltaban muchísimo a clase, algunos porque decían que tenían que ayudar a los padres, otro porque simplementen no querían. Y cuando iban a clase casi era peor pues les quitaban el material al resto de compañeros. Para hacerse una idea, al final todo el material estaba en la clase, se repartía al llegar y los niños no se iban hasta que lo habían devuelto. En fin, las cosas de la educación ...

Pero a lo que vamos, si no recuerdo mal, esa fue la última vez que la vi en la clase. Luego otro día me la encontré en el Carrefour junto a su marido del que poco después se divorciaría. Estaban en la sección de ordenadores mirando los precios de los portátiles ya que querían uno que ocupara poco espacio para ponerlo encima de una mesa pequeña que tenían o algo así. Yo les aconsejaba un sobremesa, mucho más barato y por supuesto que fuera de gama media pues iban a ir sobrados. Sin embargo, el requisito del espacio era primordial para ellos.

Y ya está, tras vernos prácticamente 5 veces a la semana durante 5 años pasamos a vernos una vez al año o al par de años, de visita, a ahora que entre trabajo y jubilación pues tenía que ser de casualidad en un centro comercial. En cierta forma imagino que es ley de vida. Al igual que es ley de vida el haber perdido de vista a todos los que conformábamos aquella clase, a los compañeros de instituto o a algún que otro compañero de facultad o trabajo. Salvo casos excepcionales se me hace difícil que sea de otra forma. Y mucho más si la gente se casa, tiene hijos etc. Esto antes me causaba más desazón, afortunadamente ya hace tiempo que no y además, a diferencia de antes, no les culpo a ellos por haber dejado que creciera la hierba en el camino que iba de su casa a la mía. Sencillamente me quedo con que, en general, todos son buenas personas. 

Y eso es precisamente lo que creo que forjaron estas dos personas y en particular esta que nos dejaba la semana pasada, buenas personas o simplemente personas. A nivel profesional, a diferencia de lo que pensaba hace unos años, tampoco creo que fuera una generación tan espectacular. Ciertamente fuimos varios los universitarios, un médico que creo que sacó la carrera de forma bastante solvente, otro que lo intentó y por las circunstancias que fuera lo dejó. Este caso es además curioso pero dejaremos la anécdota para otra entrada en la que pegue más. Una chica que estudió Historia, un informático de módulo ... no sé, el resto de personas no sé qué estudiarían o a qué se dedican hoy en día.

Pero como digo, independientemente de la profesión o los estados civil o social de estas personas, yo creo que fundamentalmente eran buena gente y que en gran medida contribuyeron esos 5 años tan importantes en la vida de una persona como son los primeros años de escolarización en los que se echan los cimientos que en un futuro habrán de sostener la morada ética e intelectual del futuro adolescente y posteriormente adulto.

Además, alguien hace no mucho tiempo decía algo así como que de todas las profesiones, sin duda la más importante es la de profesor. Irónicamente, nos obsesionamos con los jugadores de fútbol, de NBA, corredores de Fórmula 1, presidentes de bancos, de países, políticos varios etc ... cuando las personas sobre las que recae la responsabilidad de ayudar a los padres en la educación de sus hijos se tienen que contentar con ser funcionarios y tener dos meses de vacaciones, demasiado para los malos profesores y muchísimo menos de lo que merecen los buenos. Las dos que tuve yo eran de las mejores.

Quizás por esto, ayudado además por el tipo de enfermedad, sentí la muerte de esta profesora como la de un familiar. Ya lo decía el Padre Apeles en una frase que no me canso de olvidar: "el amor se distribuye en círculos concéntricos; se quiere más a quien se tiene más cerca". Y estas profesoras estuvieron muy cerca en un período muy importante de mi vida.

Por eso, Pepy: Descansa en paz.

Un saludo, Domingo.

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